Cuando la persona -o consideraciones que
sostengo acerca de mi misma- no es importante, sino que ser es importante, todo
es reconocido como contenido y reflejo del ser mismo.
Cuando digo
que la persona no es importante me refiero a que no se mantiene la idea de ser
la persona, esto da igual. La persona es la máscara, es la imagen de uno mismo,
no lo que uno mismo es. La persona está construida de ideas, pensamientos,
juicios y criterios, gustos y aversiones, y un bagaje llamado historia personal,
que no son sino recuerdos de experiencias que no están presentes, sólo quedan
en la memoria.
La disposición adecuada para que se evidencie
la realidad de lo que Es, de lo que Soy, de lo que eres, implica la quietud del
juicio separador, el silencio del parloteo que tiende a estar presente diciendo
lo que hice o no hice, o debí haber hecho mejor, lo que deberé hacer, lo que me
falta para llegar a ser la proyección ideal que he aceptado. En la disposición
adecuada reina la observación sin juicios, permitiendo que los pensamientos se
presenten, que las ideas se desplieguen, pero sin seleccionar en base al
interés de la persona que construye méritos. El funcionamiento mental se
aligera permitiendo que la inteligencia entregue las respuestas, que la creatividad
resuelva y se exprese. Esta disposición se abre al amor, toda persona es vista
a través de su máscara, reconocida como el mismo ser que soy. No se presenta el
juicio que me separa del otro, tampoco aparece la intención de mérito como que yo voy a ser una persona amorosa… todo
esto se disuelve en el océano de la conciencia. En la disposición adecuada no
cabe la importancia personal…. El ego queda supeditado a la comprensión
inteligente e impersonal, es un ego funcional para dar cara al quehacer social.
Maria Luisa
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